Un cangrejo devorando mi paciencia
coge mis dedos con sus tenazas
hasta arrancarlos.
Muda de dolor,
mis ojos suplican que se detenga.
No para, no cesa...
Desaparezco en pedazos.
Súcubos e íncubos
de las flamas sostenidos,
duermen en tu cabeza,
en tus ojos despiertan.
Desvencijadas y oscuras apariciones
sumergen mis días.
Cadavéricas y fantasmales formas
flotan tras el hielo azul de mi ventana.
Bailan aquí los súcubos
Ríen allá los íncubos.
¿Me concedes esta pieza?
A carcajadas asiento con la cabeza.
¡Por supuesto!, ¡Encantada!.
Gustosa me entrego al dulce infierno.
Ya sin miedo, pues en la Tierra
es todo tan parecido a esto.
martes, 17 de marzo de 2009
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