domingo, 2 de agosto de 2009

Quise sonreír...

Y no he sonreído,
no he hallado la dulzura
de la venganza;
no he sentido
la tibieza de tu sangre.

Lluvias grises arrecian
sobre tu cadáver,
limpiándolo de todo mal,
de todo pecado tuyo
y externo.

En silencio, la luna
se apiada y te ilumina,
ocultándome
entre las sombras.

Has caído.

Y no pude sonreír
porque mis ojos
no te vieron.

No pude oír tu último estertor,
porque mis oídos
no te oyeron.

Porque ya no existes...
Porque ya no existo...

Porque hemos muerto.
.