Dolor.
Grita la carne tan cruelmente lacerada, corre como lava la sangre por la herida, baja lentamente por la espalda enrojecida, se une a las sábanas revueltas y mojadas.
Horror.
Hermosos ojos claros midiendo con maldad, manos suaves acarician la piel. Sonrisa y labios con sabor a miel, pensamientos y miradas con toques de frialdad.
Final.
No puedo morir de amor por un hombre que, conmigo, jamás lo ha conocido.
¿Por qué mis lágrimas, entonces, de colores carmesí se han teñido?
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jueves, 23 de julio de 2009
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