sábado, 30 de mayo de 2009

¡Míralo!

- Justo al frente de ti
- No quiero verlo.

Ojos apretados, lágrimas saladas.
Una negativa testaruda.

- Te engañas a ti misma.
Aunque cierres los ojos, sabes que está ahí.
- ¡No me importa!

¿Gente o fantasmas?
No tiene importancia,
son casi lo mismo
Ninguno voltea a ver
el dolor ajeno.
La niña con sus gritos silenciosos
se derrumba lentamente,
la madre que llora decadencia
no es capaz de ayudarla

- ¿Por qué?

Como si alguien alguna vez
Hubiera tenido respuesta
A esa pregunta.
Se abren interrogantes
Para intensificar el dolor.
No hay respuestas satisfactorias
Excepto por un cielo cuajado de estrellas
¿Y si se apagan?
¿Y si se extinguen?
Entonces todo está perdido.

- Ya no me queda nada.
- Tienes que seguir.
- No puedo.

Frágil como el suave cristal
que cubre los recuerdos,
invisible como los fantasmas del ayer.
Así se siente. Así se declara derrotada.
¿Y la vida? ¿Qué pasó con la vida?
No importa, sólo importa la muerte.
La decadencia inequívoca que al final
nos espera a todos por igual

- ¿Y tu padre? Que diría si te viera así?
- Ojalá pudiera verme. ¡Ojalá llorara por mí!
Sería justo que alguna vez le toque a un muerto
llorar por sus vivos.

- No estás sola.
- Sé que no lo estoy.
- Entonces, ¿Por qué te das por vencida?
- Porque estoy abandonada, que es diferente

Ya no se le puede decir nada.
El daño ya está hecho.
Se está ahogando,
no podemos salvarla.
Tal vez la niña muera
y en su lugar se levante una mujer.
.

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