Mueres en mi alma, y tu cadáver permanece
oculto entre hierbajos y maleza.
¿Será por esto que me lleno de tristeza
cada vez que tu figura cerca mío se aparece?
Acaso no enterré bien tu cuerpo putrefacto
y en la superficie quedó, impregnándolo todo
con el aroma a muerte y el color del sucio lodo,
atacando mi alma y pensamientos en el acto.
¿O es que sigues vivo, maldito demonio infeliz,
y te arrastraste desde tu tumba hasta mi mente,
sólo para acabar de destruir completamente
aquellos pensamientos que me hacen tan feliz?
Pensamientos como el saber que te he matado,
y que no hay en mí ni sombra de tristeza.
¿O será que en realidad te oculté tras la maleza,
y dejé que el corazón a mi razón hubiese engañado?
Me alegra más pensar que estás muerto y podrido;
que mi tierra vomitó tu cadáver de sus entrañas;
que ni siquiera en mis pensamientos me dañas;
que al abrir mis ojos veo que, en mí, jamás has existido.
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miércoles, 20 de mayo de 2009
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