miércoles, 22 de julio de 2009

El placer de la Caída

Sube, sube sin detenerte, maldito... y cuando llegues hasta el techo de los cielos, asómate y mírame... Te haré caer, oh sí, e intentarás imitar a las aves que te rondan, inútilmente.
Tus brazos no lograrán convertirse en alas, y no podrás luchar contra mi fuerza de gravedad, la cual te hará caer en la eternidad, a velocidades altamente alarmantes, esperando el momento justo para estrellarte contra las rocas de mis ojos, destrozando tus blandos huesos y aniquilando cualquier intento tuyo por sobrevivir.
Caerás entre antiguas pesadillas y pensamientos, entre hechos pasados y venideros. Entre el ocaso y la aurora, la luz y las tinieblas.
No te detendrás hasta que yo lo desee, y esperaré hasta que nada -ni la luz- sea capaz de adelantarte, hasta que ningún ente espacial o terrestre pueda alcanzarte, hasta que el Infierno haya quedado en los comienzos de tu caída...
Y cuando llegues al final, aterrizarás en la piedra de tu corazón, en la frialdad de tus sentimientos, y en la crueldad de tu desprecio, reflejados en mis ojos, y te veré morir y reiré como nunca antes, dejando salir las carcajadas como dardos venenosos, los cuales se clavarán en tu destrozado cuerpo, mutilándote aún más, hasta que acabes entregándote a mis manos, las cuales se encargarán de acabar con tu maldita existencia.
Pero aún falta mucho para eso.
Mientras tanto, sube, sube sin detenerte, maldito... Y cuando llegues hasta el techo de los cielos, asómate y mírame...



PD: Para tí, quién nunca vio la luz de mis ojos, te regalo la oscuridad. Sin rencores. Sin sentimientos, sin siete años de recuerdo.
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